ASAMBLEA CONSTITUYENTE NUEVA CONSTITUCIÓN Con protagonismo popular...
¡AHORA!
(Propuesta para una Plataforma política en torno a la Asamblea Constituyente.)
Con la elaboración de la camarada María Eugenia Ahumada.
Versión Nro. 2 - miércoles 06 de julio, 2011. El presente documento ya tiene su tiempo de elaboración, es un importante aporte que nos dejara nuestra recordada y querida camarada María Eugenia Ahumada, antes de fallecer, al publicarlo sólo lo hemos actualizado en relación al actual gobierno de la “alianza” encabezado por Piñera. Se publica ampliamente como un aporte al debate y a la lucha por una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución Política para Chile.
Comisión Nacional de Comunicaciones
Partido Comunista Chileno (Acción Proletaria) PC(AP)
www.accionproletaria.com
Julio del 2011
Introducción:
Chile y el mundo están viviendo una crisis profunda, una crisis económica, energética, política y social de carácter estructural:
La creciente concentración de la producción nacional y mundial en cada vez más reducidas manos, la expansión militar del imperialismo norteamericano y europeo, especialmente británico, alemán y francés, el re-armamentismo del Estado alemán, la fuerte presencia económica del imperialismo japonés, la aparición de nuevas formas de imperialismos como el ruso y el chino; el restablecimiento del rol los Estados en los años 80 a sus funciones originales al servicio de los intereses del Capital y, por ende, en defensa de la propiedad privada, el desmantelamiento o cooptación de casi todas las estructuras obreras y populares, la concentración de grandes masas humanas en enajenantes macro-ciudades, los ininterrumpidos intentos migratorios de grandes masas de desplazados económicos desde los países en vías de desarrollo hacia los industrializados, la expansión de las pandemias y la neo-expansión de las hambrunas (en 40 millones han aumentado los seres humanos que tienen riesgo de muerte); la utilización de granos para la producción de biocombustibles que está encareciendo la alimentación; la concentración de la producción de medicamentos en manos de tres o cuatro cadenas farmacéuticas mundiales; el pre-calentamiento global, la depredación ambiental y el saqueo incesante que las empresas extractivas ejercen sobre los decrecientes recursos naturales llevando a la tierra al riesgo creciente de extinción de vastos sectores de su fauna y flora, son algunas de las fundamentales características del neoliberalismo.
Desde la perspectiva puramente económica se resume, en sus aspectos medulares, el neoliberalismo, como la liberalización casi total del movimiento de capitales, en su forma financiera, de manera tal que sea posible realizar la transacción de miles de millones de dólares al instante en las bolsas de comercio del mundo. El capital fluye libremente desde un país a otro. Inversamente, para el flujo de trabajadores desde los países subdesarrollados a los centrales, se van erigiendo cada vez más trabas. Los trabajadores quedan encerrados en sus fronteras nacionales y casi desprovistos de sus mecanismos históricos de intervención política. Así se expresa que la liberalización del mercado, especialmente del financiero, es inversamente proporcional a la fuerza de la clase obrera y de las masas trabajadoras. Es decir, en la medida que la clase trabajadora ha ido perdiendo su potencia combativa, el capital ha ido adquiriendo más espacio. Ergo, la liberalización del capital financiero, denota una flaqueza relativa de la capacidad de lucha de los trabajadores y pueblos sometidos.
El neoliberalismo ya nada puede ofrecer a las grandes mayorías. Se está agotando. Los pueblos están manifestando su descontento. La expansión sin contrapeso de todas sus tendencias predadoras lo han llevado velozmente al punto de extenuación. Seguirá sobreviviendo sobre la base de intervenciones económicas y militares en diferentes países, guerras imperialistas e ínter-imperialistas, y crecientes crisis económicas que irán pagando los trabajadores y pueblos con cesantía, trabajo precario y aumento de la inseguridad social, el endeudamiento y de la pobreza, con mayor marginalidad, delincuencia, drogadicción, etc., hasta el momento en que la destrucción de la tierra y las crisis terminen de socavar todo el entramado e internacionalmente las economías entren en recesiones sin retorno... O, hasta que los trabajadores y pueblos del mundo se le resistan con decisión y empiecen la construcción de un modelo superior de organización productiva y social.
Este último camino ha sido elegido por algunos países de la tierra. La aparición de gobiernos progresistas en América latina, los movimientos “anti-globalización”, la aparición de huelgas y movimientos masivos en varios países europeos, los alzamientos populares en los países del oriente medio, dan señales de que se está abriendo nuevamente una fase en que los proyectos democrático-populares comienzan a adquirir importancia.
También en Chile las condiciones para la perpetuación del neoliberalismo se están agotando. Las crecientes manifestaciones connotan una inflexión: el neoliberalismo comienza ser enfrentado -y de pie.
Chile posee una de las peores distribuciones de la riqueza del mundo, una Constitución de carácter represor, liberal y fascista y un Código laboral absolutamente contrario a los intereses de la clase obrera y demás trabajadores; un Estado policiaco omnipresente y alerta que reprime a trabajadores movilizados, estudiantes, ecologistas, mapuche, organizaciones sociales y a partidos políticos sin representación parlamentaria, de carácter socialista y comunista, habiendo cobrado ya varias vidas; una creciente marginalidad desembocada en delincuencia, drogadicción, alcoholismo y pornografía, prostitución, violencia generalizada, depresión; un proceso acelerado de destrucción de la tierra por empresas que buscan riqueza hoy, dejando un hoyo ecológico para mañana (en el mar, el aire, la cordillera, los bosques, las aguas dulces). Y todo este cuadro, en contraposición a tasas de ganancias que van desde holgadas hasta estratosféricas. Chile es un rotundo negocio para unos pocos, pero para la gran mayoría el vivir en este país, ha resultado la peor “inversión” de sus vidas por tener que vender su fuerza muscular y energía metabólica, su inteligencia, sus horas de vida, a precio y condiciones viles.
Chile ya no es dueño de los recursos naturales que están dentro de sus fronteras. Éstos están en manos norteamericanas (especialmente minería), europeas (especialmente recursos energéticos y alimentarios), chinas (especialmente minería) y japonesas (especialmente productos marítimos) y tampoco posee sus propias carreteras, mayoritariamente concesionadas a extranjeros. Las telecomunicaciones, el transporte, la educación, la salud y la vivienda son deficientes y profundamente discriminatorias para el conjunto de los trabajadores (sean éstos nacionales o inmigrantes) y para los pueblos que habitan este país. Chile no posee una red de organizaciones sociales y obreras clasistas, desde que en 1973 fuese desmantelada a sangre y fuego la organización que las masas trabajadoras y poblacionales habían ido consiguiendo en un largo proceso de construcción y lucha.
Los gobiernos concertacionistas, que en 1989 habían prometido la alegría al pueblo que derrotó a la dictadura, siguieron gobernando con la misma Constitución del ochenta, y la coronaron con la firma del ex primer mandatario Ricardo Lagos. Rápidamente quedó claro que ellos no representaban la solución esperada por las grandes mayorías. Sus gobiernos no han hecho sino representar a plenitud los intereses propios en alianza con el gran capital nacional y transnacional, por lo que han puesto la economía a su propio servicio -enriqueciéndose con el aprovechamiento corrupto de las ventajas de administrar el Estado- y al servicio de los grandes grupos económicos. No han dejado de privatizar sin descanso, desde la minería hasta la educación. La Concertación ha cumplido a cabalidad un doble cometido: perfeccionar, con una eficiencia pasmosa la obra empezada por la dictadura militar, y mantener contenido y desarticulado la movilización política de las grandes masas del país. La hoy gobernante Alianza (hoy nuevamente en el gobierno con Piñera), a su vez, gobernó a Chile sin oposición durante los 17 años de la Dictadura militar, produciéndose así un continuo de ya 40 años en que las grandes masas de Chile han perdido casi toda su capacidad de lucha manifiesta, habiendo ellas -las masas- entrado así en una profunda crisis, -política, social y económica, que se manifiesta en creciente cesantía, marginalidad, delincuencia, cárceles abarrotadas, drogadicción, enfermedades mentales, etc.- que exige una solución...
Y ella es posible: existe un enorme potencial de lucha en el seno de los trabajadores y pueblos de este país, que si bien está aún adormecido, ¡amenaza con estallar!
Bajo la consideración de que el trabajo y la tierra son las dos fuentes de la riqueza, tiene este planteamiento a favor de una Asamblea Constituyente Nueva Constitución con protagonismo popular, como centro los intereses:
- de las y los trabajadores, nacionales o inmigrantes,
- de todos los sectores sociales que les son afines y cercanos como lo son los pequeños empresarios, sectores profesionales independientes, entre otros,
- los intereses de las diferentes naciones de Chile,
- y el objetivo de una forma de producción social al servicio de las grandes mayorías y de acuerdo y en concomitancia con los ciclos naturales de la tierra.
Pero, para ello, es necesario cambiar la Constitución vigente.
Urge una Nueva Constitución
Chile es un país capitalista de carácter liberal (desde el punto de vista económico), subdesarrollado, des-industrializado, dependiente de las economías centrales y está dominado por sectores estructuralmente ligados a los capitales extranjeros. Es decir, Chile es un país económico, social y culturalmente dependiente. Posee grandes riquezas naturales de sobra, tales como el cobre, plata, oro, molibdeno y otros minerales, un gran potencial hidroeléctrico, bosques y especies marinas… y sin embargo, sobre nada de lo que acaba de enumerarse ejercen las y los trabajadores y pueblos que habitan Chile, soberanía. En cambio, Chile posee grandes bolsas de pobreza y marginalidad, una salud y educación desigual, un marco constitucional reaccionario, un mercado laboral altamente flexible que le resta estabilidad, capacidad organizativa y protección al trabajador, quien crecientemente va pagando con un costo mayor cada crisis económica que adviene. El Estado de Chile, además, favorece en forma casi absoluta a los poseedores de las riquezas nacionales y a los monopolios internacionales que vienen a saquear el país, pero fomenta la explotación y opresión de los trabajadores, margina a los pueblos originarios, discrimina a sus minorías sexuales y religiosas y a los inmigrantes pobres.
Lo anterior se expresa en la actual Constitución chilena, que sólo pudo nacer sobre la base del exterminio, de la tortura, del éxodo de miles, es decir, sobre la base del terrorismo ejercido desde el Estado sobre las grandes masas sociales. Su objetivo central fue la eliminación de la organización política de la clase obrera y del movimiento popular chileno, acumulada en más de 50 años de lucha, la prevención de su resurgimiento, y sobre esta nueva geografía política, sentar las bases de un nuevo orden económico y su correspondiente estructura político-social caracterizado esencialmente por un poderoso Estado altamente represivo pero con prácticamente nula función social, que entregue a toda la sociedad, ahora inerme, al servicio de los intereses del mediano y gran capital nacional y extranjero, y de sus representantes políticos. Este nuevo orden económico, y su investidura legal y política, que nace en Chile (el Neoliberalismo), ahora domina grandes extensiones de la tierra.
Justamente, las características con las que nace esta Constitución explican el hecho de que sea prácticamente la más liberal (desde el punto de vista del capital), es decir, reaccionaria, del mundo occidental. Es la que mejor resguarda la integridad económica, política y también física de los poseedores de los medios de producción, es la que da el mejor marco político para permitir el saqueo de los recursos naturales, es la que más intensamente ha flexibilizado el mercado del trabajo, es la que más profundamente ha permitido la mercantilización de la educación, de la salud, de la vivienda, de la previsión, de los servicios básicos, es la que con fuerza pasmosa y en tiempos récord desmanteló todos los avances alcanzados de una industrialización nacional.
¡Chile necesita un cambio, un cambio de su estructura económica, política, social y cultural! ¡Ahora!
Los sucesivos gobiernos de la Concertación han argumentado que no habían podido reformar la Constitución por la negativa de la Alianza no permitiéndoles alcanzar el quórum exigido. Ello es cierto, sin embargo, teniendo todo el aparato del Estado en sus manos por casi 20 años, no han movido una sola hoja para fomentar una movilización política masiva a favor de esos cambios, sino que al contrario, han sido los más celosos guardianes de que cada manifestación, movilización, toda voz y opinión que denuncie al sistema y propugne cambios, sean reprimidas crudamente, cobrando impunemente vidas humanas, tratando de convencer a las grandes masas del país de conformarse con los ínfimos espacios políticos y sociales que ofrece la Constitución política de Chile. Hoy desde algunos miembros de la concertación mas el p “c” en oposición al gobierno de Piñera y tratando de apoderarse del reclamo de Asamblea Constituyente, nueva Constitución Política en forma demagógica y buscando desnaturalizar la lucha, hablan de nueva constitución, pero desde el mismo parlamento reaccionario, corrupto y cautivo que gestiona la actual.
Puesto que es en el tipo de la constitución que rige a un país, en el que se plasma el balance entre los intereses del capital y del trabajo, es que todo proyecto político que busque cambiar las condiciones, necesita modificar la Constitución Política para ir colocando un marco político que exprese una correlación de fuerzas progresivamente favorable a los intereses de las grandes masas.
Como consecuencia de las características en pro de los intereses del capital de la Constitución del 80, se hace necesario plantear no sólo reformas de su contenido, sino el llamado a una Asamblea Constituyente que siente las bases de una totalmente nueva y elaborada sobre la base del la opinión de las grandes masas, generada e impuesta desde la movilización popular. En Chile, sin una nueva constitución no habrá posibilidad alguna para que un Gobierno Democrático y Popular pueda impulsar las políticas económicas y sociales necesarias para el bienestar de las mayorías.
Es por ello que la redacción de una nueva constitución política para Chile con protagonismo popular es esencial.
Dependiendo de la mayor o menor capacidad organizativa y política, que vaya asignándose la clase obrera, las masas trabajadoras y los pueblos, es que la constitución adquirirá un carácter más o menos representativo de los intereses de las grandes mayorías.
Es necesario, cambiar de rumbo al cual esta Constitución está llevando a nuestra sociedad, entregándola entera al único fin de existencia de servir a los intereses lucrativos del capital y su subsiguiente explotación humana...
Fundamentos de una constitución democrática y popular.
Hemos señalado: una Constitución política es el espejo de la correlación de fuerzas entre el capital y el trabajo, entre los intereses de los capitalistas y los del las y los trabajadores.
Por lo mismo, el cambio constitucional no puede ser alcanzado por la vía del acuerdo parlamentario, por la recolección de firmas o actos cívicos de grupos minoritarios... Toda nueva constitución, nace de la movilización y la lucha de un sector de la sociedad que, al imponerse y alcanzar el poder político, redacta una constitución política que refleje en papel el orden que desea implementar. Así fue en 1833, en 1925 y en 1980.
Todo cambio de la constitución debe apuntar primeramente a reorganizar el orden económico y su estructura política que lo gobierna. Los principales lineamientos sobre los que se cimienta la urgencia de redactar una nueva Constitución política, consisten en las necesidades de:
Fortalecer la participación de los trabajadores y del movimiento popular en las tomas de decisiones del país.
Junto a lo anterior, el reconocimiento constitucional de la existencia de clases sociales, cómo lo hizo la Constitución política de 1925.
Avanzar en un proceso de independencia económica y política, es decir, de soberanía nacional de Chile, de las economías imperialistas.
Avanzar en conceptos que vayan barriendo los atavismos mentales y culturales retrógrados que el conservadurismo dominante consigue imponer, y empezar a superar las discriminaciones contra las minorías sociales, raciales, sexuales, religiosas, etc.
Es necesario establecer el referéndum permanente.
Es necesario también re-orientar el rol del Estado chileno.
Es necesario colocar la propiedad estatal de los medios de producción al menos en paralelo a la propiedad privada de los mismos y sobre los mismos en los recursos naturales, la banca, los bosques y en las obras publicas.
Junto con lo anterior, establecer como derecho nacional la facultad del Estado de nacionalizar empresas consideradas estratégicas para los intereses del país y de la banca, de acuerdo a los intereses nacionales.
La actual Constitución prácticamente imposibilita al Estado el ejercer funciones empresariales, y con ello le resta de la fundamental capacidad para mantener o crear empresas estatales: la inversión. Con esto, se garantiza que:
1. el capital privado (nacional y extranjero) y su afán de lucro permanezcan como lógicas elementales del funcionamiento de la economía nacional;
2. y que el Estado mantenga su carácter represivo y continúe carente de funciones sociales.
La ausencia de la capacidad de inversión hace que el Estado esté inhabilitado:
- para ejercer una soberanía nacional económica, territorial, cultural y política efectiva, dado que al estar imposibilitado para crear empresas nuevas o para mantener aquellas pocas no privatizadas, no dispone de fuentes de ingreso económicos propios, y se vea así obligado a concesionar o vender cada pedazo del país al gran capital nacional o extranjero para lograr financiarse;
- para la construcción por sí mismo de carreteras y caminos, de puertos, de aeropuertos, de astilleros, para implementar industrias energéticas, motrices, extractivas, etc., es decir, para levantar un nuevo proceso de industrialización del país;
- para la creación de nuevos empleos productivos y paliar la cesantía;
- para la producción de servicios baratos y de buena calidad para el pueblo (vivienda, educación, agua, energía eléctrica, combustible, seguro de vejez, telecomunicaciones, etc.);
- para el fomento de la investigación, ciencia y tecnología en Chile;
- para entablar relaciones económicas, políticas y sociales sobre la base de empresas estatales con otros países de la Región y el Mundo, y así aportar a un clima geopolítico internacional menos hostil y más cooperativo;
- para constituirse como Estado plurinacional;
- cambiar el actual carácter parasitario de las fuerzas armadas de Chile;
- entre otros.
Chile necesita ejercer soberanía plena sobre su territorio y sobre sus recursos naturales. Chile, y no otros países por medio de sus empresas, debe explotarlos según las necesidades de la población, sus capacidades tecnológicas y de acuerdo con las capacidades de la misma tierra. La explotación irracional, basada en el lucro, que las empresas ejercen incesantemente sobre la tierra, debe acabar.
Ejercer soberanía nacional no solamente significa finalizar con el saqueo que empresas extranjeras y los monopolios internos ejercen sobre nuestros recursos naturales (muchos de ellos agotables). Ejercer soberanía nacional significa también dejar de depender económicamente de los productos que los países desarrollados fabrican con los recursos naturales que saquean de países como el nuestro, dejar de depender de la “benevolencia” de las instituciones internacionales tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Organismos de las Naciones Unidas (ONU), etc. y de sus sistemas crediticios, financieros e incluso caritativos como las ONGs.
Una soberanía nacional irrestricta, económica, política, territorial y cultural, no puede ser ejercida solamente en elecciones periódicas y por las autoridades, como demanda la actual constitución, sino cotidianamente por medio de las organizaciones y estructuras que los trabajadores y pueblos se vayan otorgando en sus lugares de trabajo y residencia, lo que exige es un nuevo Estado Democrático Popular el desmantelamiento del actual Estado que solo es un aparato de represión masivo para el resguardo de los intereses del capital, el nuevo Estado Democrático Popular debe ser un aparato que esté al servicio de los intereses de las grandes mayorías de Chile.
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